domingo, agosto 09, 2009

No es tan tarde.

Aún puedo salir corriendo de esta habitación, aún puedo desaparecerme, ponerme un vestido negro y correr sin detenerme.

Correr descalza.

Hasta que los pies, destruidos, pidan clemencia.
Hasta que las lágrimas, congeladas, corten mis mejillas.
Hasta que los poros no sientan.
Hasta que las manos se entumezcan.

Correr, sin detenerme.

Hasta que me olvide de porque corro.
Hasta que parezca natural sentir dolor, ¿no lo es ahora?
Hasta que caiga rendida por el sueño.

Y despierte, sin saber que soy, donde estoy, porque he corrido.